EN SEPTIEMBRE de 2022, César Velasco, director del MUSEO PÉREZ-COMENDADOR LERROUX, sito en la bella y amable población de Hervás, norte de Cáceres, en la Extremadura más castellana y “norteña” nos propone a FÉLIX HERNÁNDEZ (Salamanca) y a un servidor, “pensar” un proyecto común, comisariado por nuestra querida y admirada para ambos Pilar Molinos.
César era muy consciente de las lejanías estéticas y de concepto y proceso que “unen” a Félix Hernández y a Paco Milán. Pero llevado, una vez más, por esa brillante, estimulante y provocadora forma de procesar las obras, los sucesos artísticos, y de entender a las personas en general, y al artista en particular, lanzó ese guante a la mente de ambos creadores.
El proceso fue lento, no exento de dificultades. Llegado incluso al abismo de la extinción en algunos momentos durante el curso del tiempo y a lo largo del año siguiente. Es cómo si las grandes obras tuvieran que estar marcadas con el sello de la contradicción.
Tanto Félix como Paco Milán están unidos por un concepto de la familia generoso y proyectado siempre sobre el otro. Durante el año de realización fueron “visitados” por alguna clase de Pandora Ciega que los “deleitó” con pérdidas familiares y quebrantos de salud, propios y ajenos, que no hicieron más que reforzarnos en la idea clave que nos unía a los tres artistas; la consciencia plena de habitar en un espacio mental, y a veces físico, donde la soledad es emperatriz irredenta. Un lugar donde NADIE HABITA. Un espacio de encuentro ocupado por nuestra creación, y exclusivamente por ella, y los procesos mentales y plásticos que se unen, la conforman y se derivan de ella.
LA IDEA no era original. O mejor dicho, era original de Felix Hernández. Años atrás, en una cena relajada, culta y creativa, como no podía ser menos, con Pilar Molinos, Félix exclama, ante una reflexión hecha en la dirección anteriormente indicada: “PILAR, ESTAMOS DONDE NADIE HABITA”.
La identificación plena con el concepto y todas sus derivadas fue asumida de inmediato por Paco Martín Milán, y aplaudida por Cesar Velasco.
LA IDEA de habitar en un espacio único lejos del devenir del resto de mortales, necesario aunque inquietante a veces, donde sólo se puede dar, y podemos encontrar, la creación artística, es una cadena que hermana a los tres creadores. Sin embargo, tiene otra semántica, más demoledora pero inevitable, pues también describe el proceso de los sentimientos que nos invaden cuando contemplamos la desoladora propagación de la chabacanería, la incultura y la barbarie, a nuestro alrededor.
En muchas ocasiones Pilar Molinos ha manifestado la, para ella certeza, de pertenecer a una “élite”, intelectual, artística, cultural, distanciada -cada vez más- del resto de mortales, que parecen chapotear de forma irreflexiva en la viscosidad líquida de los instintos primarios descontrolados y una obsesión materialista autodestructiva, que les hace cegar la mirada ante lo realmente humanizador, el Arte. El Arte en todo su esplendor es todas sus manifestaciones. Somos conscientes de que hay un arte “bueno” y un arte “malo”. Que hay un arte que, consciente o no, humaniza al hombre, y por tanto lo hace mejor, y otro que…. transita otros caminos.
Pero como sostiene Rob Riemen en alguno de sus libros, “debemos recuperar la buena cultura, la que humaniza, que quiere decir hacernos mejores hombres” (1).
LA IDEA de élite nunca nos agradó demasiado. Posee connotaciones negativas de rechazo, de exclusión, incluso de concepción soberbia de la propia existencia, que puede llevar al artista a mirar por encima de sus hombros al resto de los hombres. ¡NO ES EL CASO! Se trata aquí, de la idea de grupo reducido, no por voluntad propia, capaz de sobrevivir -a veces con gran dificultad- en un entorno hostil de ninguneo, desprecio e incomprensión.
En una ocasión escuchamos al pintor manchego Antonio López en una entrevista decir que lo único que él consideraba terrible era que la gente no te comprendiera. El alejamiento de la mayoría de nuestros conciudadanos, en la mayoría de las ciudades que conocemos y habitamos actualmente, de las exquisiteces del arte y la cultura, para sumergirse en una vorágine inhumana de sentimientos nocivos y búsqueda desesperada y exclusiva de placeres y bienes materiales, coloca al artista -así lo entendemos nosotros- en un espacio único, donde sólo puede encontrarse consigo mismo y, con el alma, de otro artista.
Esta es la esencia de DONDE NADIE HABITA.